Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia como Académico Numerario del Ilmo. Sr. D. Juan Cecilio Martínez Moreno realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia



Sr. Rector Magnífico de la Universidad de Granada
Excmos. e Ilmos. Sres. Académicos,
Queridos amigos y familiares del Profesor Martínez Moreno,
Sras. y Sres.,
Permítanme que comience esta breve intervención con palabras de agradecimiento hacia todos los que, como ustedes esta tarde, han decidido acompañarnos para, además de disfrutar de una lección magistral con un título tan sugerente, apoyarnos, también, con su presencia en esta actividad que es de las que más sentido tiene, por su importancia, en la vida de nuestra Academia. Gracias también, Rector, por estar junto a nosotros en este acto, ciertamente entrañable para todos, pero en especial para nuestro compañero y amigo, el Profesor Juan Martínez.
Con este acto solemne completamos las actividades previstas por nuestra Academia para el año que concluye. Este 2013 ha sido un período que calificaría como aceptable desde el punto de vista de los resultados (sin que ello implique autocomplacencia, nada más lejos de nuestro talante), materializados éstos en ciclos de conferencias diversas, convenios con colegios profesionales del ámbito de nuestra especialidad, pero sobre todo, en actos como el que hoy nos convoca, de ingreso de nuevos académicos, que son nuestro patrimonio y quienes nos enriquecen y garantizan el futuro de esta institución.
El primer objetivo de nuestra Academia, según se puede leer en su acta fundacional es el «cultivo, fomento y difusión de las ciencias y sus aplicaciones, en general». Pues bien, una mirada retrospectiva a las actividades habidas durante este año, nos muestra algo que, sin ser deliberado, ha tenido como resultado el que nuestra Academia se haya volcado casi en exclusividad en las Ciencias Matemáticas y sus aplicaciones. A lo largo de este año han ingresado previamente como académicos de número dos matemáticos, la Profesora, Catedrática de Estadística e Investigación Operativa, Doña Josefa Linares, y el Profesor, Catedrático de Álgebra, D. Pascual Jara. Hemos celebrado un ciclo de conferencias dedicado a Alan Turing, uno de esos matemáticos a los que el Profesor Martínez Moreno ha citado en su discurso como padre de la ciencia de la computación, precursor de la moderna informática, pilar fundamental sobre el que se asienta nuestra actual civilización, y, además, ciudadano del mundo perseguido por la estrechez de miras y la simpleza.
El ingreso, hoy, del Profesor Martínez Moreno en nuestra Academia constituye por tanto un colofón en este, podríamos decir, homenaje a la Matemática que la Academia de Ciencias de Granada ha desarrollado a lo largo del año que ahora acaba.
Acabamos de escuchar dos discursos, de recepción como Académico numerario del Profesor Martínez Moreno, y de contestación en nombre de la Corporación, a cargo del Profesor Antonio Cañada Villar. Permítanme que, también en nombre de todos nosotros, agradezca al Profesor Cañada su discurso, sin duda breve, pero no por ello menos completo y cargado de acierto; en el mismo, el Profesor Cañada detecta con gran sutileza los valores personales y profesionales del nuevo Académico, así como lo relevante del contenido matemático de su discurso. Gracias, Antonio, por tu disposición para aportar tus conocimientos y tu experiencia en todo lo que la Academia te requiere.
Evidentemente, no es mi papel en este acto hacer valoraciones técnicas sobre el discurso que acabamos de oír, dictado por el Profesor Martínez Moreno. Ya lo ha hecho el Profesor Cañada. Pero sí les ruego me permitan hacer unas reflexiones sobre lo que en él se contiene, así como otras que surgen al hilo de su lectura.
Sin pretender caer en estereotipos ni frases fáciles, calificaría el texto leído como una carta de amor. Amor declarado hacia quienes le dieron la vida y lo educaron; en particular, a su padre, que fue su maestro, quien lo inició en el gusto por las matemáticas a través de eso que todos hemos sufrido en nuestra juventud, la resolución de problemas no resueltos, calvario, para algunos, y, para Juan, medio a partir del que desarrollar sus propias habilidades.
Quiere el azar que hoy nos sentemos en este auditorio tres personas cuyos padres ejercieron de Maestros en la misma época y en el mismo grupo escolar, en La Zubia, muy cerca de donde nos encontramos. Sean estas palabras homenaje de gratitud hacia Don Ángel Martínez, Doña Mercedes Villaverde y Don Joaquín García-Martín, padres respectivamente de Juan Martínez, Enrique Hita y yo mismo, aunque en mi caso se trataba de mi padre político. Qué duda cabe, ellos pertenecieron a lo mejor de una generación que, con el trabajo bien hecho y su honestidad, pudieron formar a científicos de la talla de los compañeros que acabo de citar.
Pues bien, junto al amor por sus padres, que lo iniciaron, y por su esposa e hijos, que comprendieron y apoyaron lo que él ha llamado «sus silencios, propios de las abstracciones de un matemático», en toda su disertación está presente el reconocimiento hacia sus Maestros, responsables últimos de sembrar con su magisterio el amor hacia las matemáticas, hasta hacerle «caer prisionero en sus redes», y posteriormente captar la belleza de las mismas.
Como muy bien ha descrito el Profesor Cañada, la palabra «belleza» inunda todo el texto, se repite una y otra vez, asociándola, en función de lo que esté describiendo, con calificativos diversos, «simple», «elegante», «formidable», »útil».
¿Cómo no sentirse impactado por la sensibilidad de una persona capaz de afirmar de una ecuación que se trata de «una fórmula de una belleza estética extraordinaria»?
¿Cómo resistir al impulso de sumergirse en la lectura del capítulo tercero, «teoría de las funciones de una variable compleja», después de leer que estamos ante «una de las más hermosas obras de arte matemático jamás escritas»?
Lo ha destacado el Profesor Cañada, pero yo quisiera insistir en que la lectura del texto presentado por el nuevo académico alcanza, en ocasiones, cotas de emoción estética que difícilmente se puedan hallar en textos convencionales. Uno de esos pasajes es el referido a la fórmula de Euler (p.47), calificada como «una de las fórmulas matemáticas más asombrosas jamás descubierta» y «la fórmula más bella de todos los tiempos, atractiva para místicos, matemáticos y científicos en general». Estas afirmaciones, sin duda, pueden causar perplejidad al profano y cierto grado de convencimiento de su veracidad al que no lo es; no obstante, posiblemente éste último siempre lo hará desde una perspectiva «utilitaria», como nos ocurre tantas veces a los que nos dedicamos a la enseñanza de la Física.
En todo caso, y siguiendo la línea de argumentación de Juan Martínez, la percepción estética de una ecuación es algo ante lo que, como afirmaba Pierce , «…lo único que podemos hacer es reproducir la ecuación y no dejar de preguntarnos por sus implicaciones…». A no ser que, como Russell , pensemos que «las matemáticas, aun siendo de una belleza suprema, se trata en todo caso de una belleza fría y austera, como la de una escultura».
No me resisto, finalmente, a comentar algo que me ha parecido muy original en el discurso del Profesor Martínez, y es la ilustración que hace de lo que podríamos denominar, de una forma genérica, »el firmamento matemático de las *-álgebras ´´. Nos ha introducido en algunas de sus constelaciones tales como: las C*-álgebras, JC*-álgebras, JB*-álgebras, JB*-álgebras no conmutativas, V-álgebras, los J*-triples y los JB*-triples. Pero existen otras constelaciones, que él también ha visitado, tales como las C*-álgebras reales, los JB*-triples reales en cuyo análisis se detiene particularmente, las H*-álgebras y las H*-álgebras reales. Todas ellas, difíciles de trasladar, como antes decía, a un «observador no especializado», han tenido y siguen teniendo influencia tanto en otras áreas de la moderna Matemática como en la Física, tal como es el caso de la Teoría de la Señal.
Señoras y Señores, queridos amigos, hace unos meses, en este mismo foro, oíamos afirmar a nuestro compañero Pascual Jara que «es el tiempo de los matemáticos». Posiblemente sea verdad. Pero también entonces Jara añadía que «como ha sucedido en tantas otras ocasiones en la historia de la humanidad, dentro de un matemático hay también un filósofo, un pedagogo, un historiador, una persona comprometida, en suma». La personalidad de nuestro nuevo Académico numerario aúna todas y cada una de estas facetas. De esta forma puede uno alcanzar a comprender una personalidad como la de Juan Martínez, cuya experiencia sobre la intensidad de la belleza matemática viene, sin duda, de adentrarse activamente en las matemáticas. Y es seguro que coincidiremos en la opinión de que es muy difícil disfrutar o apreciar las matemáticas de manera puramente pasiva.
Pero hay algo más, destacado también por Juan Martínez en su discurso. Afirma que, con carácter previo al establecimiento de un resultado matemático, existe toda una actividad creadora que consiste en «formular una buena conjetura», para lo que se requiere inspiración y emplear, entre otros, imaginación, mucha intuición, curiosidad, experimentación, un conocimiento profundo y, sobre todo, un duro y paciente trabajo.
¿Serán estos los ingredientes de un modo de trabajar? ¿Encontraríamos aquí la receta de un programa de regeneración ética tan necesaria para un cambio de actitud en nuestra hasta hace muy poco acomodada sociedad?
En todo caso, gracias, querido Juan. Gracias por darnos este mensaje tan claro que, bajo el pretexto de destacar la belleza de la matemática, has llegado a hacer un guiño sobre el camino a seguir para progresar…
Bienvenido a nuestra Academia, y vayan para ti y tu familia los mejores deseos de todos los que hoy te acompañamos, porque te apreciamos y reconocemos tu trabajo, que sin duda será beneficioso para la sociedad, beneficioso para todos.
Muchas gracias.